Relatos

Un último te quiero | Relato

I was very drunk when i wrote this.
Originalmente pensado para presentarse en la convocatoria de Escritoras Mexicanas 2019, antes de su «problema» de administración, motivo por el cuál decidí no enviarlo. Estúpidamente, este si cumplía todas las bases.  Y mención especial a Ceci Tonks y J.J. Kastle por betearlo en su momento.

 

Quedaría poético decir que todo comenzó un verano, pero a este punto te preguntas: ¿realmente fue así? ¿o fue un invierno? ¿acaso duró más de una vida? Y no obtienes respuesta, la memoria es caprichosa. Tu no puedes escoger qué se quedará grabado a fuego y qué olvidarás, los recuerdos pueden ser como las alas de una mariposa o las pisadas de un gigante.

Las horas entre las paredes blancas y azules eran interminables, los murmullos de voces lejanas pican en la piel casi tanto como el frío que se adentra por las ventanas mal cerradas. Los ventanales apenas cubiertos por persianas mal colocadas daban una ilusión de privacidad que se rompía al escuchar la voz o el ronquido de la mujer de al lado. Estaban separadas sólo por una cortina pesada que en cualquier momento podía ser descorrida .

Pero ese sonido era y es inconfundible. Era una gota, cayendo una y otra vez justo encima de tu cabeza; a veces, por las noches, cuando despiertas entre pesadillas y los vistazos del pasado se te cuelan bajo la piel aún puedes escucharla caer, junto a su voz rasposa hablándote al oído.

Y las lágrimas aparecen, a veces de una en una o como un torrente que no puedes contener. La impotencia del recuerdo se apodera del presente y te inunda de “hubieras”, recordándote lo que pudo ser. Otras veces logras contenerlas, pero se te atoran en la garganta y envenenan tu día a día durante semanas, arrastrándote a recovecos de tu memoria que desearías poder olvidar. Sigue leyendo «Un último te quiero | Relato»

Relatos

Con la luna llena | Relato

Título: Con la luna llena
Convocatoria: Amor al otro lado del charco
Editorial: Amanecer 
Mínimo de palabras: 2000
Cuántas escribí: 1009
P.D. : este ni me gusta, el original sólo era la última escena

«Los botes vuelven vacíos, sólo hay algas pa’ comer.
Y el niño sale a buscar a la reina de los mares.
Que bailando los cantares hace a los peces volver.
Volveré con la luna llena, no me busques que aquí estoy. »
La pincoya y el pincoy, Magdalena Fleitas

Te desperto el sonido de tu propio cuerpo clamando por alimento, pero te mantuvieron despierto los suaves acordes de una melodía embriagante proveniente del mar.

Por unos instantes en tu mente infantil pensaste que podía ser un mayor quien tocase ese ritmo cadencioso, abriste los ojos para encontrar una bóveda celeste despejada plagada de estrellas y la luna redonda en lo alto,  te incorporaste lentamente sobre tus brazos flacos y observaste hacia el mar por encima de la embarcación de tu familia.

Y ella estaba ahí, con los cabellos dorados cayéndole por la espalda, bailando desnuda al ritmo marcado por su hermano oculto entre las aguas saladas. A tu edad ya sabias quien era, Pincoya, la princesa de los mares. Nadie más había despertado, tu eras el elegido para ver su danza y traer felicidad o desgracia a tu pueblo.

Levantándote lentamente observaste sus movimientos, parecían guiados por la brisa. Un grito de júbilo escapo de tu garganta interrumpiendo el sonido de los acordes y la danza, ella bailaba hacia el este, hacia el mar. Lentamente volvió su rostro a tierra y sonrío al verte erguido con las manos en alto y energía renovada.

Sin borrar la sonrisa se giró lentamente a encararte y alargó uno de sus brazos blancos en tu dirección, como haciendo una invitación. Tal vez si hubiese sido otra situación, si no fuese ella la noble princesa que llama a los peces y alimenta a los hombres, habrías salido corriendo impregnando el aire con gritos y horror. Sigue leyendo «Con la luna llena | Relato»

Divagaciones, Relatos

Necesidad | Relato

El líquido pegajoso le resbalaba entre los dedos dejando un río de carmín sobre su piel clara, tan parecida a la porcelana vieja de las muñecas de mamá, esas que rompió a pedazos azotando las cabezas contra el piso.

¿Por qué lo hizo? Ya no lo recuerda, pero tú sí, era la urgencia que le picaba bajo las uñas, el deseo de arrancarle un pedazo a la vida de un mordisco. Quería el sonido en sus oídos, los gritos rebotando en su cabeza y el sentimiento  de dolor de un castigo atravesando su carne. Quería sentir ese instante de pánico que se anteponía al golpe y revoloteaba en su pecho como el augurio de sentimiento.

Ese fue siempre su problema, su necesidad. Sigue leyendo «Necesidad | Relato»

Relatos

Aceptación

A veces , sin querer me encuentro pensando en ti. Recordándote en los silencios y las risas, un instante, un minuto u horas enteras. Tu recuerdo ya no me desgarra, llega cálido con un sabor a nostalgia y anhelo. Si cierro los ojos puedo escucharte, tu voz grave diciéndome al oído alguna estupidez en francés y sonrío. 

Ya sé sonreírte de nuevo, a veces en las noches frías puedo reencontrarme con las sensaciones que guarda mi memoria y recrear en mi mente la calidez de tus abrazos. Hoy sé, que a pesar del tiempo y los caminos te sigo queriendo. Que a pesar de habernos hecho tanto daño no te he sacado de mi, que no quiero hacerlo.

Nuestro pasado podrá venir una y otra vez, pero yo ya he hecho las pases con él, contigo. Y conmigo también. Me rio de mi al imaginarme frente a ti una vez más, porque sé que en cuanto esté ahí a unos pasos de tu figura alta y desaliñada querré correr a ti. 

Sin pena, sin ganas de volverme a marchar . Querré ocupar mi lugar bajo tu cuello y entre tus brazos . Y te voy a ver a los ojos para intentar leer tu mente , mientras me pregunto si tú también quieres volverlo a intentar, si estás tan seguro como yo de qué podemos hacerlo funcionar . 

Y en el último instante sabré que no, que la fantasía ha muerto pero aún así puedo abrazarte y seguir el camino, dejando el quizás escurrir entre los dedos con una sonrisa sincera y un te quiero aferrado al corazón. 

Relatos

Lo que no volverá

Si cierro los ojos puedo sentirte a mi espalda, con el brazo cruzado sobre mi dándome calor en las noches frías y sofocándome en las de verano . Si me concentro puedo olerte, fresco y sutil; puedo recordarme y sentirme acurrucada en tu pecho, con la cabeza enterrada en tu cuello. El lugar donde aprendí a reír y llorar contra tu piel .

Confié tanto en ti que te mostré los miedos que me asaltan en la primavera y te abrí los recuerdos de invierno. Te convertí en mi puerto seguro, en lo que más quiero. Pero, también vuelve a mi en un descuido ese aire que me golpea las mejillas y me recuerda que no eres perfecto. Que en ti existen cosas que no van a cambiar que tu pasado es fuerte y pudo más que yo . 

Y lloro contra la almohada mientras me retumban por dentro tus opiniones tan contrarias a la mías, mientras me ahogo en la mezcla de recuerdos que eres para mi . Me regodeo en la miseria de no tenerte y saber que fue culpa mía por no saber ser. 

Pero una ligera parte de mi me grita que sea fuerte, repite una y otra vez que no somos el uno para él otro; que somos tan diferentes . Que el esfuerzo no fue suficiente y que nunca lo será. 

Porque no importa si nos dejamos la piel y se nos secan las lágrimas, ninguno va a cambiar . Hare (mos) rabietas , gritare (mos) al viento cada uno a su manera y al final del día solo quedarán recuerdos. Y el eco de nuestros susurros retumbará en nuestros oídos mientras seguimos avanzando y nos dejamos atrás un trocito de alma que no volverá.