A ver notas primero. Este relato tiene como protagonista a mi personaje del foro de rol Nigthwalker : Alex Valdez. Es una helsing con la habilidad de hablar con los muertos, en el foro hay lugar para mono roles, pero como he hablado mucho del rol en Twitter (¿ya me siguen allá?) me dieron ganas de compartirles un poco de ella o él… como le quieran decir total no le importa. Si les gusta me avisan e igual y les subo más cosas cortitas suyas.
Tetonalli
Corres como si te llevara el diablo, con los ojos rojos y lágrimas colgando de las pestañas. Aterrada ante la posibilidad de estar volviéndote loca. Gritas: «¡Cállate!¡Cállate!¡por favor!¡No! ¡Tu no!» pero la voz no hace caso, sigue murmurando que debes parar que te harás daño. No entiende que es su sonido lo que te desgarra el alma.
Levantas el polvo a tu paso, los magueyes te rozan los brazos con sus púas al pasar entre ellos sin cuidado. Caes al suelo antes de alcanzar el final del plantío. La opresión en tu pecho explota y gritas acurrucándote contra el tronco del mezquite caído donde el abuelo y tú suelen sentarse a comer naranjas y ver las nubes pasar.
«No estás aquí. ¡Estás vivo! ¡Vivo! ¡Cállate! ¡Cállate!» repites una y otra vez con la voz ahogada en desesperación y terror. Tu llanto es arrastrado por los vientos. Sientes como unas manos ásperas te acarician la frente húmeda por tu sudor, es tu abuela quien acunandote entre sus brazos murmura «Alejandra, tetonalli…» seguido de palabras cargadas con preocupación y amor.
Te aferras a las ropas de la anciana, ahogando los gemidos en su pecho. Suavemente acaricia tus cabellos. Tu llanto no cesa y la voz se ha convertido en un torbellino de sonidos que no puedes controlar, sientes el pecho de tu abuela vibrar cuando comienza a cantar «Me gusta el vino tanto como las flores y los amantes pero no los señores. Me encanta ser amigo de los ladrones…».
Dejas que la melodía rasposa te envuelva y las lágrimas fluyan llevándose tu realidad. Te concentras en ella intentando olvidar los susurros en tu cabeza que te han hecho llorar. Ese que sigue ahí en tu cabeza suplicando perdón por herirte así, por dejarte sin decir adiós.
Cuando logras contener el llanto y encontrar tu propia voz, en un gemido quebrado expresas por fin lo que te quieres negar: «Lo estoy escuchando, abue. Está aquí dentro, con los demás». Y te golpeas la cabeza con los puños cerrados, en tu rostro se refleja el desasosiego mezclado con desesperación que duele ver.
Levantas la vista para ver la cara de tu abuela, una lágrima solitaria resbala por su mejilla. Lentamente se ponen de pie, cargando el peso de tus palabras sobre los hombros. A lo lejos el teléfono de la casa grande suena. Es tu madre quien llama para avisar que ha muerto papá.
Aun no lo sabes, pero con los años sus voces dejarán de ser susurros, comenzaran las charlas y los gritos. Y esa sensación de horror al escuchar una nueva voz dejará de ser una agonía, aprenderás a aceptar la muerte; que ya no los volverás a ver, ni sentir sus abrazos o sus besos en tus cabellos pero te acompañarán por siempre. Tan cerca y tan lejos.
El tiempo te ayudará a vivir cargando a tus muertos y sus voces. Allá a donde vayas, estarán a tu alrededor. A veces tú misma sentirás que eres un tetonalli esperando el momento de reunirte con los demás…
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